Arxiu Capitular de la Catedral de Tarragona

Historia del archivo

Home  >>  Historia del archivo

CARTULARIO O ARCHIVO

La primera noticia que hemos leído sobre la existencia de un local destinado a archivo en la catedral de Tarragona se halla en una constitución establecida por el patriarca Juan de Aragón, en el segundo concilio por él celebrado en la misma ciudad en el año 1331. Esta constitución prohíbe que sede vacante, el administrador de la mitra pueda sacar documento alguno del cartulario o archivo sin el expreso consentimiento del Cabildo y con la presencia de dos o tres canónigos por el mismo Cabildo designados. Como ya hemos apuntado, la palabra archivo era sinónima de cartulario, por guardarse en él las cartas, esto es, las escrituras, los privilegios, los registros y los libros, nombre que ha quedado en los códices en que se copiaron las cartas o documentos de una entidad cualquiera.

ARCHIVO EN LA SAGRISTIA

En el cabildo de san Fructuoso, celebrado en el año 1389, se acordó que en la sacristía (a) se hiciera un archivo o un armario en que fueran guardados los originales instrumentos de las dignidades, beneficios y administración de aquella iglesia. En la sacristía hay una dependencia construida en el siglo XIV, con planta baja y un piso, al que se subía por una escalera que estaba en la pared que media entre los claustros y la sacristía mayor. Este piso tiene un artístico arquesonado en el que hay escudos del arzobispo Pedro de Clasquerí y de otros dignatarios que también los tienen en la capilla de los Sastres, con los cuales tenemos la fecha de su construcción. El arzobispo Pedro de Clasquerí (1358-1380) es uno de los que más se preocupó del buen orden de los documentos y archivos de las iglesias, como puede verse en su constitución provincial que comienzaDesidia que con elogio cita su sucesor, Fernando de Loaces, en el concilio que celebró en Barcelona, al establecer que todos los párrocos destinen en las sacristías un armario para archivo. Pues bien, en este local (a) estuvo el archivo viejo, según lo llaman los documentos una vez se hubo construido el archivo nuevo al otro lado de la capilla Corporis Christi (g), nombre que se conservó hasta que a principios del siglo XVIII fue destinado a «tecasio», palabra que significa lo mismo que hoy la de banco, o mejor, caja de caudales. Leemos en las actas capitulares de 1717: «Se hace el thesoro, archivo o tecasio encima de la sacristía» y, al año siguiente, al comprar madera de nogal para los bancos y cajones destinados al nuevo departamento, ya no se le da el nombre antiguo de archivo, sino tan solamente el de «tesoro o tecasio encima de la sacristía». El tecasio, sin embargo, existía de mucho antes, sin que nos haya sido dado encontrar documento alguno que nos precise su situación. Sólo hemos encontrado que, en 1604, el canónigo Gabriel García era el poseedor de la llave, cosa que tendría importancia, ya que se lo pone como un título en un documento que nada tiene que ver con el tecasio. Opinamos que al construirse estos departamentos (a), superior e inferior, en la sacristía, ambos fueron destinados a archivo y tesoro. Del superior lo afirmamos documentalmente; del inferior, lo suponemos. Estudiados arqueológicamente, parece que el techo artesonado fue construido antes que la pared que los separa de la sacristía propiamente dicha (b); pero es tanta la analogía entre las ménsulas que sostienen el arco y las esculturas de la ventanta y puerta, que creemos que la obra artesonada sin pared fue ejecutada por el arzobispo Clasquerí, y la pared en el año 1389, nueve años después del fallecimiento de aquel insigne prelado, cuando el Cabildo se preocupó del nuevo archivo. No importa el que se lea que el archivo o tecasio estuviera sobre la sacristía, ya que a él se subía por la escalera que estaba en el local precedente al que, como veremos a continuación, se daba este nombre.

Construcciones en la sacristía

La sacristía (b) era una sala que comprendía las dos actuales, esto es, sacristía y tesoro, con tres altas ventanas que arrancan de la bóveda y una ventana (f) contigua a las de la planta baja de la capilla Corporis Christi. Esta construcción es anterior a la de los claustros ya que la bóveda de éstos ciega buena parte de las tres aspilleras de la sacristía. Llamamos la atneción de los que quieran estudiar arqueológicamente estas dependencias, las sacristías, donde se instaló el primer archivo de nuestra Sede, que tengan presente que el techo actual de la sala mayor no existía, -fue construido en 1548, para guardar en él los tapices-, como tampoco sus dos ventanas (d, e) que dan al claustro. Aun sin techo de madera sería oscura esta dependencia a no haber tenido la primitiva ventana (f) que da a los claustros y es contigua a la capilla Corporis Christi. A 21 de octubre de 1519 el deán, Dionisio Verdú, con otro capitular fue comisionado por el Cabildo para cuidar de la construcción de las rejas que se había acordado poner en la ventana de la sacristía, que mira a los claustros (única que en aquella fecha existía) para utilizar la luz de esta ventana (f) a través de la otra dejada en la pared medianera entre las dependencias a, b, pared que se había construido en tiempos del arzobispo Clasquerí, para destinar a archivo aquella parte de la sacristía. A pesar de esta ventana, la sacristía quedaría oscura. Los capitulares trataron de construir en ella una cúpula, «un simbori», que dejó de efectuarse por su elevado coste. A propuesta del canónigo Cristóbal de Queralt, en 1579, se determinó abrir la ventana que hay junto a la mesa donde se revestían los celebrantes en el altar mayor (d), poniendo la reja antes de abrir la pared. Esta ventana es la primera que sigue después de la puerta que de la catedral da a los claustros. la otra ventana (e) fue construida en los tiempos contemporáneos bajo la dirección del arquitecto Salas. En todos los documentos se da a esta dependencia el nombre de sacristía. La salita (a) que está debajo del tecasio, cuyo artesonado es una de las preciosidades artísticas que posee nuestra Metropolitana, tiene también su ventana que da a los claustros y vale la pena de fijarse en ella, ya que conserva construcciones de épocas distintas: dentro del arco ojival del siglo XIV, contemporáneo al artesonado y a la puerta que une ambas sacristías, se conservan las columnas de una ventana más antigua, de construcción paralela a las ventanas que dan a la sala capitular o sea a la capilla del Corporis Christi. La sacristía mayor recibía luz por unas largas ventanas en forma de aspillera que demuestran la prioridad de tiempo en la construcción de ellas a la de los claustros, ya que al construir éstos fueron cegadas en su mitad. No así la superior que da luz a la sala capitular antigua, obra terminada por el infante Juan de Aragón, ya que tiene la parte inferior de su cerco en la misma terraza de los claustros. También la ventana que da luz al tecasio es de construcción posterior a la de los muros que lo cobijan. Esta ya no es aspillera sino una abertura cuadrangular sencilla, sin pretensiones artísticas ni arquitectónicas de ninguna clase. Como la bóveda de los claustros habría impedido la entrada de la luz, se abrió sobre la terraza de los mismos. Esta fue construida cuando el archivo se convirtió en tecasio, quitando la escalera que daba a la sacristía (b) y cerrando la abertura del tecasio (a) que, como un coro, miraba a la sacristía. Entonces se construyó una escalera (c) por detrás del ábside mayor en el rincón que forma con la sacristía. Esta escalera fue derribada en nuestros tiempos bajo la dirección del arquitecto Bernardino Martorell, al valorizar la no terminada de caracol (p), que, tapiada y cubierta de escombros, había pasado desapercibida a los que habían estudiado nuestro templo catedralicio. Esta escalera sirve ahora para dar acceso al ropero, donde se guardaron los tapices, al tecasio y otras dependencias.

Libros capitulares

21 de julio de 1494. El libro que se conserva de esta fecha lleva el título Registrum capitulorum sancti Fructuosi y lo llevaba porque en él eran anotados los acuerdos de estos cabildos, según explica el que nos ocupa. Pero en él, además, se establece que para el honor, reputación y utilidad del mismo Cabildo el secretario escriba los acuerdos capitulares en otro libro que se llamará Liber capitulorum comunium seu extraordinariorum.

Construcción del nuevo archivo

Se ve que estos beneméritos capitulares, entro los cuales había los ordenadores del breviario impreso diez años antes por Rossembach, se preocuparon no sólo de abrir nuevos libros, sino aún de conservar segura y dignamente los documentos en un lugar adecuado, un archivo. Tal y como los tenían en la sala capitular (g), muchos se habían malogrado y, por estar sin orden alguno, era difícil su hallazgo: «locus qui archivus vocatur incomode sit edificatus et nullus actenus fuit qui de ipso specialem curam regimen et administrationem habuerit«. Esto de decir que los documentos se malograban en el aula capitular demuestra la necesidad o utilidad de tener inmediato a ella un departamento destinado a archivo. En la sala capitular se leían y se discutían. Llevarlos o traerlos de la sacristía, del archivo viejo, era incómodo y por esto se quedaban allí mismo, sin que nada cuidara de devolverlos al archivo. Para reparar estos daños, los capitulares unánimemente concordaron construir una dependencia en lugar oportuno y conveniente de la catedral para trasladar a ella el archivo en donde fueran custodiadas las escrituras que hasta esta fecha habían sido guardadas en el archivo viejo, y que en el nuevo fueran ordenadas y dispuestas de tal manera que todo peligro de destrucción y de extravío fuese honorífica y debidamente previsto. Para la realización de esta obra fueron dados amplios poderes a los canónigos Francisco Vicens, prior; Miguel Albanell, enfermero; Gaspar Oliet, y Jaime Campaner. A 19 de abril de 1496 ya se estaba construyendo el archivo (i, j) y se nombró al canónigo enfermero para que, a su gusto, pudiera ir todos los días del archvio viejo a otro lugar cualquiera donde estimara conveniente, acompañado del notario y escribano. En 1507 se estaba perfilando la construcción del nuevo archivo –archivi noviter edificati– ya que, a 25 de octubre, el Cabildo acordó defender las ventanas con rejas de hierro sólo en aquellas que fuera menester este refuerzo. La portada de mármol (h) que desde la capilla Corporis Christi da acceso a dos salitas que hay en la planta baja de lo que actualmente es archivo y las bóvedas de las mismas, responden bien al estilo de 1500, y hemos de suponerlas del archivo cuya construcción se proyectó en 1494.

Primer ordenador del archivo, y registros que se llevaban

De esto se deduce que el canónigo Albanell fue el primer ordenador del archivo, ya que el mismo día el Cabildo ordenó que, para honra y utilidad propia, se formaran los siguientes registros:

1. Un libro para actas capitulares.

2. Libro de colaciones, provisiones e investiduras de canonicatos, rectorías y beneficios.

3. Epistolario y provisiones de gracia, justicia y otros negocios.

4. Epistolario de cartas misivas.

5. Libro de testamentos de los capitulares, y

6. Cualesquiera otros libros convenientes para los negocios del Cabildo. Y que todos fueran custodiados en el archivo.

Proyecto de archivo sobre los claustros

A 4 de junio de 1527, se tuvo el acuerdo de que se construyera el archivo sobre los claustros, en el lugar en que estaba la antigua librería, comisionando a los síndicos con el procurador de las obras comunes para llevar a efecto la obra. No hemos encontrado ninguna referencia que demuestre que ésta hubiera sido llevada a término.

Nueva ordenación del archivo

A 11 de enero de 1548 se encargó a los canónigos Bruguera, alias Marzilla, y Miret que, junto con el secretario, hicieran el inventario de las escrituras del archivo. En estos tiempos se ocuparon tanto del archivo que, advirtiendo ya las humedades, abrieron un foso alrededor del mismo para aislarlas. Por acuerdo capitular de 12 de septiembre de 1550 se determinó que la tierra que se sacara del foso abierto en derredor del archivo para evitar la humedad, que damnificaba las escrituras, atendiendo que dicha tierra era sagrada, fuese colocada en el interior de la capilla de santa Tecla la Vieja, levantando el piso de la misma. En 8 de febrero de 1552, el Cabildo acordó ordenar el archivo y construir armarios.

Creación del oficio de archivero

Al designar los diversos cargos capitulares que en la sesión de san Fructuoso de cada año debían ser elegidos, según la Constitutio officiorum, en el año 1553 por primera vez encontramos el oficio de archiveros y la asignación del salario. Por la manera como se expresa el documento parece ser la creación de este oficio como una cosa definitiva y constante, y no el encargo de determinados servicios como hemos visto con otros canónigos. Se estableció que los archiveros fueran dos canónigos con el salario anual de 24 libras cada uno, cantidasd equivalente a más de 5000 pesetas de nuestros días, ya que un mulo de los mejores costaba entonces de 24 a 25 libras.

Secretario del archivo

Además de los canónigos archiveros había el cargo de secretario. Era éste un notario seglar. A 24 de enero de 1553, los canónigos contrataron este cargo con el ciudadano de Tarragona Rafael Montserrat, con cuya capitulación el Cabildo encarga al secretario los trabajos manuales, siendo los siguientes los principales cargos:

1. Residir en el archivo todos los días laborables, desde las siete de la mañana hasta las diez, desde Pascua de Resurrección hasta Santa Cruz de septiembre y, lo restante del año, desde las ocho a las once; y por las tardes desde las dos a las cinco.

2. Testificar y poner en forma cualquiera sindicatos y documentos del Cabildo.

3. Escribir en su libro las determinaciones capitulares, dentro de los dos días de haber sido acordadas, bajo la pena de privación de una mensualidad.

4. Registrar en el libro, que a este efecto le será entregado, las cartas misivas de importancia y todas las que le mandará el Cabildo o sus comisarios.

5. Continuar en su libro las provisiones y mandatos del Cabildo y de sus oficiales concernientes a la buena administración de la justicia, conservación de la jurisdicción y gobierno de los vasallos de la iglesia.

6. Acompañar al baile general en su visita a los vasallos del Cabildo y escribir en su libro del archivo las provisiones, mandatos y actos que en ella se hayan hecho.

7. Que intervenga y asista siempre en las exhibiciones de ventas de las administraciones de las cosas de la iglesia.

8. Custodiar en el archivo el sello menor del Cabildo y no podría hacer de él otro uso que el que le fuere mandado por los comisarios de los negocios de la iglesia.

9. En sus ausencias debía poner otra persona a gusto del Cabildo. Le pagarán el salario que venía cobrando, con el aumento de 15 libras anuales. El Cabildo debía proveerle de papel y pergamino para hacer los libros que fueran necesarios, hilo y cera.

El 14 de julio de 1565 el Cabildo acordó comprar una resma «rayama» de papel y que se construyera un armario pra el secretario del archivo. Si bien no organizado de esta manera, cargo que ya existía anteriormente con el nombre de notario, fue substituyéndose por el de secretario. A la muerte de Juan Comes «notarius et olim secretarius Rdi. Capituli«, su viuda pretendía del Cabildo que se le pagaran los libros que para él había escrito su difunto marido. En el cabildo de 25 de agosto de 1519 fue nombrada una comisión a fin de que procurase extraer de manos de dicha viuda los libros y reintegrarlos al archivo, acordando, además, que si algo se le debía por libros que hubiera escrito, a los que no estuviera obligado en virtud de su oficio, entonces que los comisarios le pagasen según derecho y razón. En este mismo cabildo se estableció la constitución por la cual el secretario del Cabildo no podía ser secretario del consejo municipal, ni al contrario.

Archivero auxiliar

A 3 de julio de 1570 se contrató al comensal Jaime Giner para la ordenación, el «redressum«, de las escrituras del archivo. Se le asignó el salario anual de 15 libras con presencia en las distribuciones corales, por los muchos trabajos que se ofrecen «in regulandis scripturis dicti archivii et in suo debito ordini ponendis«. Este, sin embargo, no sería el archivero, sino un auxiliar, puesto que a 24 de del propio mes y año el Cabildo eligió nuevo archivero, determinando que su salario anual fuera de 25 libras en dos partes iguales y con presencia en las distribuciones cotidianas, atendiendo a los muchos y grandes trabajos que se ofrecían en la ordenación de las escrituras y en la debida colocación para que en lo sucesivo no fuera dificultoso su hallazgo.

Moblaje

Se acordó que se construyeran los armarios convenientes para la ordenada colocación y debida conservación de las escrituras, entregándose una llave a cada uno de los archiveros y, al recibir la llave, haciéndoles prestar juramento de no revelar lo que vieran en dicho archivo y de comportarse bien y fielmente en dicho negocio. Esto nos enseña que la administración de las rentas y la defensa de las escrituras en que aquéllas constaban, era el principal móvil de los archivos y de los archiveros. A 19 de julio de 1574, el Cabildo determinó hacer estanterías en el archivo para custodiar debidamente las escrituras, comisionando para llevarlo a efecto el canónigo Terés, uno de los archiveros, recibiendo, si fuera necesario, madera de la sacristía. A 13 del siguiente mes, se determinó que cada armario tuviera cerradura y con una sola llave se abrieran todos los armarios, tanto aquellos cuya administración correspondía al Cabildo, como los de los pabordes. En el Cabildo celebrado a 7 de enero de 1575, el canónigo Juan Terés dio cuenta de que la fábrica del archivo se estaba terminando y pidió que se construyeran mesas, bancos, «scamna«, y algunos sillones, «chatedras«, y el cabildo determinó que se hiciera todo lo conveniente. Sólo sabemos por las actas capitulares del año 1574 que habían sido importantes las obras verificadas en el archivo, y que los armarios se hicieron con madera traída de Tortosa y con roble de Flandes, que se trajo de los respaldos del refectorio, puesto que en él ya «no s’hi menjava’dice‘de res servien«. Los archiveros pasarían largas horas en el archivo ya que los capitulares se preocupaban de su calefacción. El síndico, don Cristóbal de Queralt, propuso que «del encant del Homedes han comprat una caixa de fr ster per a un brasser per al arxiu y que coste vint i vuit reals. Determinaren que’s pague i que’s fasse lo brasser de aram i se pague la obra«.

La mitad del archivo convertido en sala capitular

Los cabildos que se celebraban en nuestra Metropolitana tendrían capital importancia para la mayoría de los pueblos del Campo. Saber lo que en ellos se trataba podría resultar de singular interés para las partes contendientes en los múltiples de negocios que los canónigos debían resolver como señores alodiales de villas y de lugares. El aula capitular (g), donde eran tratados estos asuntos, daba a los claustros mediante la puerta y dos ventanales; éstos fueron cerrados con puertas, a pesar de lo cual no había garantía de que los interesados no pudiesen oír, a través de los mismos, algunos conceptos que, a nadie más que a los capitulares, convenía quedaran ocultos. Por esto el canónigo Terré, síndico, en el cabildo de 28 de abril de 1578, propuso que, a fin de que los cabildos se celebraran con mayor silencio y secreto y no pudieran ser oídos como en la capilla Corporis Christi, se reunieran en la primera sala del archivo (i), componiéndola y adornándola con guadamecí, rodeando la sala de bancos dignos del objeto a que se la destinaba. Los canónigos, considerando que lo predicho redundaba en decoro de la iglesia y del Cabildo, acordaron la ejecución de esta obra. Fueron cubiertas las paredes de guadamecí comprado en Barcelona e hicieron en el archivo un «encerat de tela bona«. De esta necesidad ya hemos hallado un precedente con diez años de anticipación. Ordinariamente el Cabildo se congregaba «in domo capituli«, esto es, en la sala capitular, como se hizo el día 29 de diciembre de 1569; pero el día 2 del mes de enero siguiente, por mandato del vicario general, se reunió en el archivo «in archivo eiusdem sedis«. En el mismo lugar se celebró el día siguiente; pero, después, vuelven a la sala capitular. En estos cabildos celebrados en el archivo se trataron asuntos de administración, que, generalmente, eran los más apasionados y, por esto, se celebraron en el lugar más difícil de que los acuerdos trascendieran al público. En 5 de abril de 1701 el archivo y la sala capitular era aún una misma pieza para la cual los capitulares determinaron que se hicieron tinteros y campana de plata, utilizando para ello una sacra que no servía y una campana con relieves.

Humedad en el archivo

A pesar de las telas enceradas no se conservaba el archivo como era de desear. Encontramos que a 13 de febrero de 1595 los capitulares advirtieron que aquella dependencia era demasiado húmeda, y por tanto, poco conveniente para la conservación de las escrituras; más que más, por ser de pino, los cajones se hallaban repletos de polilla:»que lo arxiu té necessitat de adobar-se per lo dany reben les scriptures per estar reumàtich i humit i serie bé pujar lo arxiu de dalt perque també los calaxos son de pi i ay queres i gasten les scriptures«. Esto se había advertido anteriormente, pues, en el cabildo de 20 de julio de 1592, los archiveros se quejaron de que «lo arxiu per causa de ésser los bastiments de dintre de pi, se corquen i gasten les scriptures«.

Traslación al lugar que actualmente ocupa

En el año 1595 hemos encontrado la primera alusión de trasladar el archivo a un piso superior. En 1599 eran archiveros los canónigos Cristóbal de Queralt y Antonio Gallart. Este, en el cabildo del 23 de agosto, insistió en el mal estado del archivo por causa de la polilla, debida a ser las estanterías de madera de pino. El Cabildo comisionó a estos dos canónigos para construir otro piso sobre las salas de la planta baja (i, j) en las que se había instalado el archivo, y trasladar éste al piso superior. En las actas del 30 de abril de 1601 encontramos inversiones para el arreglo del archivo, y, en las de 6 de mayo de 1602, se insiste en que las obras sean verificadas, puesto que «les escriptures del arxiu se van perdent i sera bé fer passar avant la obra«. Se determinó «que passa avant la obra lo obrer i que donen compte del que se ha gastat fins avuy«. Las cuentas fueron dadas en el cabildo de 14 de mayo de 1602. De los 80 libras que habían recibido los dos mencionados canónigos habían gastado 79 con los 19 sueldos. No se había terminado la obra a la perfección, según se desprende de que, en el cabildo de 10 abril de 1619, el canónigo Font propuso que se mandara construir baranda en las escaleras del archivo, puerta en el segundo techo y arreglar el tejado. Deliberaron sus compañeros que se hiciera de buena madera o de resilla, comisionando al canónigo obrero para que lo hiciese todo a provecho y utilidad del Cabildo. Habría pasado más o menos tiempo con algún abandono, ya que, en el 14 de junio de 1647, uno de los capitulares expuso a sus compañeros que sería de grande importancia se mirasen los papeles de los cajones del archivo que se hallaban muy confundidos, proponiendo que cada cosa fuera colocada en su cajón correspondiente. Así se determinó, nombrando a los archiveros Blanch y Salvinya para que lo regulasen, dándoles presencia y alguna remuneración.

Estado actual

Es un honor para el cabildo de Tarragona la forma como tiene instalado su archivo, con zócalos de grandes armarios, que forman el basamento de otros superiores, con puertas de fina tela metálica para dar acceso al aire y aislar las rendijas o los insectos. Cada uno de estos armarios constituye un compartimiento de otros ocho pequeños, cerrados con puertas de madera. Estos grandes compartimientos están separados por columnitas, sobre las cuales descansa el entablamiento coronado de crestería de estilo moderno. Toda esta obra está labrada con maciza madera de nogal. Esta bella y práctica construcción es obra de los capitulares que podríamos llamar del IV Congreso Católico, capitulares que tanto realce dieron a su Cabildo y que las obras de embellecimiento y mejora de nuestro magnífico templo metropolitano por ellos realizadas constituirán un perenne monumento a tan insignes, sabios y desprendidos canónigos. El 24 de mayo de 1890 el Excmo. Cabildo acordó llevar a efecto esta nueva estantería, encargando el proyecto y dirección de la obra al arquitecto municipal, don Pablo Montguió, y la ejecución al ebanista Jaime Rimbau. La obra fue recibida definitivamente en 4 de diciembre de 1891. Antes de este acuerdo se había restaurado el local, haciendo nuevo el techo, y enladrillando el pavimento con fina baldosilla roja.

Extraído de: Serra Vilaró, J «Archivo y librería capitulares de la Santa metropolitana Iglesia de Tarragona, primada de las Españas» a: Boletín arqueológico. Tarragona. Època IV, Any XLIV, fasc. 3-4 (1944, juliol-setembre) ; p. 105-135.

El archivo actualmente

Debido al mal estado de las instalaciones del archivo se decidió trasladar el fondo del archivo capitular al Archivo Histórico Arquidiocesano para poder ofrecer un mejor servicio a los investigadores y catalogar la documentación siguiendo los criterios establecidos actualmente. Además, en 2011 se inició la digitalización de parte de su fondo que hoy es accesible en esta web.